Pienso que si el fútbol se empezara a analizar de una manera distinta sus protagonistas serían ubicados en una dimensión justa. Por eso, me atreveré a decir algo que para muchos comentaristas pasó desapercibido en el último partido entre aliancistas y aurichistas.
Desde ese domingo y hasta hoy un solo hombre se llevó los elogios —merecidos, por cierto— y fue Johnnier Montaño. (Continuar leyendo>>)
¿Cuánto se define en la primera etapa de Caminos del Inca? En verdad nada. En verdad son muy pocos kilómetros para golpearse el pecho y mirar a los rivales con actitud cancheadora. “Fue una etapa complicada, más de lo que esperé. Subiendo nomás sentí la altura y tuve que bajar el ritmo porque sentía que mareaba”, admitió Orlandini desde la tranquilidad de su hotel con una jarra de limonada la derecha de la cama. (Continuar leyendo>>)
I. El 1 de mayo de 1978, un mes antes del Mundial, Perú fue goleado 3 a 0 ante Brasil en el Maracaná. Era el último amistoso previo. En la concentración, Marcos Calderón, intranquilo por la derrota, no podía dormir. Seguro de que nadie lo observaba, salió de su cuarto y se dirigió al de Teófilo Cubillas: (Continuar leyendo>>)
No debe haber un fútbol que soporte ironías más crueles que las que soporta el fútbol del Perú. Aquí la última. La tanda final de partidos de la Eliminatoria —que tendrán nulo valor competitivo, porque somos los muertos del torneo— serán el magro escenario del retiro de los dos jugadores más importantes de los últimos años: Palacios y Solano. El “Chorri” y el Ñol. Un par de talentosos en serio que se van sin dejar herederos y en medio de la peor coyuntura que les pudo tocar. Si hay alguien que merece un pomposo retiro de la selección, son ellos dos. (Continuar leyendo>>)
Los escándalos de los últimos años, que han tenido a la Fórmula 1 conviviendo entre las páginas deportivas y las de espectáculo, hacen que uno se pregunte: ¿Fue esto siempre así? ¿En qué momento las “buenas formas” se cayeron y todo esto se convirtió en un gran “reality”? Tras el culebrón francés, cortesía de Flavio Briatore y Renault, es apropiado pasar revista a los últimos episodios de una categoría que a falta de grandes figuras ha descargado su arsenal en activaciones BTL de alto impacto mediático pero poca prestancia competitiva. (Continuar leyendo>>)
La hazaña de Cienciano es demasiado importante para la autoestima de los peruanos. La expectativa aumenta ante una copa internacional. Más si se trata de la Sudamericana. Aunque se pierde capacidad de análisis. Los futbolistas se agrandan, los periodistas tocan el bombo y los hinchas se entusiasman. Como si el solo hecho de cruzarse un equipo argentino signifique victoria. Todos queremos ganar, pero en alta competencia, los resultados no son una casualidad sino una consecuencia. (Continuar leyendo>>)
Y entonces su equipo, el Alianza Atlético de Sullana, no juega contra sus rivales sin antes haberlos estudiado. Diez minutos, quince. Esa es la tónica del equipo de Cardama, uno de nuestros representantes en la Copa Sudamericana 2009. Antes de pegar, se agazapa. Antes de atacar, piensa. (Continuar leyendo>>)
El equipo chiclayano apunta a la final nacional en una campaña notable que podría servir para crecer como institución.
Juan Aurich no hizo transición. De pelear el descenso a disputar el título. Sueña con la grandeza esta temporada después de un período depresivo. Con menos existencia, pero con trabajo, reina en las posiciones y es oposición a clubes de historia que no lo superan en el escalafón. (Continuar leyendo>>)
Salvo que decidamos cambiar ya. Y sostener ese cambio. (Continuar leyendo>>)
Kaká. Dio una lección de cómo y para qué hay que mover la pelota. Desplegó su enorme repertorio y empequeñeció a todos los rivales argentinos. Mostró una notable visión de juego. Buscó al compañero, puso pases de gol, tiró la individual y, por si fuera poco, tuvo resto para presionar y recuperar balones. Cuando le pegaron duro, respondió con una sonrisa. (Continuar leyendo>>)
“Profesor, se le nota cansado”. Víctor Rivera captó rápido. En San Martín ya no lo querían. Gente cercana le había advertido y no creyó. Se lo anunciaron entrelíneas, entendió la insinuación y cerró sin quejas. Una decisión del club que nadie comprende. Una desprolijidad: el presidente Raúl Bao no estuvo presente en la reunión decisiva. Detalle no menor en un equipo que quiere ser modelo de organización e imagen. (Continuar leyendo>>)
Y no lo digo precisamente por el partido del 69 con Argentina en la Bombonera (episodio notable que ha sido recientemente removido de las estructuras mismas de la prehistoria futbolera, con una pose de excesivo entusiasmo, si me permiten una opinión). Lo digo por el partido de esta tarde con Uruguay, ateniéndome a los últimos antecedentes de los enfrentamientos con el equipo de Washington Tabárez. En junio del 2007, Perú le ganó 3-0 a los charrúas en la Copa América de Venezuela. Todos, como siempre, nos computamos campeones. Exactamente un año después (junio, 2008), Uruguay nos hizo 6-0 en Montevideo por las Eliminatorias. ¿Nuestra reacción? La típica, a dos tiempos: primero, un sincronizado rasgamiento de vestiduras; después, una oleada de indignación colectiva. (Continuar leyendo>>)
Cuando era niño y me sentaba frente al televisor en blanco y negro, junto con muchos otros niños que pagaban un real para ver ganar a su selección, allá por los años 70, no tenía ninguna duda de que el prestigio deportivo (y un poquito del orgullo nacional) estaba representado en el esfuerzo y la capacidad de aquellos jugadores que todavía se merecen un largo aplauso. (Continuar leyendo>>)