¿Hacia dónde vamos?

Publicado por: Magenta Sport On 9:40

Decía Rabindranath Tagore que las discusiones fueron hechas para discutir. Y es verdad, lo que menos se encuentra en ellas es la voluntad de conciliar puntos de vista. Dada la complejidad de la realidad, resulta absurdo que alguien pretenda erigirse en poseedor de la verdad. Eso era bueno para las religiones y hasta ellas, con mucho esfuerzo y a regañadientes, comienzan a incursionar por los caminos del diálogo. No renuncian a sus dogmas pero, al menos, admiten la validez de otras búsquedas.

Al mundo actual tratamos de acercarnos a través de numerosas disciplinas que están encerradas en compartimentos que les son propios y que no suelen tener en cuenta los conocimientos que provienen de disciplinas que le son ajenas. Lo curioso y peligroso, a la vez, es que sabiendo que tenemos un destino común tratamos de comprender la universalidad del mismo despreciando a quienes no piensan como nosotros. O desinteresándonos por aportes venidos de otras vertientes del conocimiento. De alguna manera decimos, aún desde la ciencia, “el universo somos nosotros”, que es otra forma de repetir el mito, también universal, en el que cada cultura se considera a sí misma producto exclusivo de la creación divina... o 'pueblo elegido’, que es más o menos lo mismo.

Es esa, sin duda, una expresión nazi ya que si yo soy el elegido, los demás son, en consecuencia, inferiores a mí. O, quizá, como afirman algunas interpretaciones religiosas, han sido creados para estar a mi servicio. Ayer el progreso parecía una respuesta, hoy la incertidumbre es quién gobierna los pensamientos de quienes aún no han sido ganados por la alienación. Los avances logrados en muchos campos, como la energía proveniente de combustibles fósiles, los fertilizantes y, más evidentemente, las armas, se han vuelto contra nosotros. No obstante ello, la ausencia de otras alternativas nos ha llevado a un grado de dependencia del que nos es prácticamente imposible sustraernos. Para colmo, quienes tienen intereses económicos comprometidos en esos campos utilizan todos los recursos disponibles para crear una opinión favorable a nuestra marcha hacia el abismo.

Pongamos como ejemplo la poderosa industria aeronáutica. Sus usinas no cesan de fabricar aviones cada día más complejos y de mayor tamaño, prestando relativa consideración al daño, posiblemente irreversible, que provocan en la capa de ozono.

La industria turística, de inocente apariencia, se solaza, a su vez, de estos avances pues, como es natural, la favorecen, ya que a la larga abaratarán los pasajes y harán más accesibles los viajes a cualquier distancia. Ojalá un mundo empequeñecido por la velocidad nos permitiera sumergirnos en diferentes culturas y disfrutar de paisajes desconocidos.

Infelizmente, no es así. O, si lo es, tiene un precio muy alto. Ese precio, quisiera estar equivocado, podría ser la privación, para las generaciones futuras, de muchos de los privilegios elementales que hemos gozado los habitantes de este ya tormentoso y oscuro siglo XXI.

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