Saga del gigante paranoico

Publicado por: Magenta Sport On 12:46

No sé si, para la paranoia, hay escalas como las hay para los terremotos, pero, de haberla, los gringos deben estar por arriba del 8.8 que azotó Chile. El 'faenón’ del periodista holandés que voló desde la capital holandesa a Londres y, de ahí, a Washington llevando explosivos falsos es como para reflexionar, una vez más, sobre la incalculable cantidad de dinero que se gasta diariamente en los múltiples servicios de seguridad y sobre las molestias, en algunos casos torturas, a las que son sometidos los otrora privilegiados usuarios de las líneas aéreas.

No he viajado en los últimos quince años a Estados Unidos, ni creo que lo haga en el futuro, pero he escuchado historias alucinantes sobre cómo la gastan los gringos cuando alguien, por tener un apellido árabe, un color sospechoso o una simple procedencia tercermundista, hace algún movimiento que la paranoia que se ha apoderado de ellos delata como peligroso.

Sabemos que la paranoia deforma la realidad al extremo de hacernos ver lo que la enfermedad quiere que veamos. Es fácil colegir que quienes están insertos en los organismos de seguridad y, por tanto, centrados en el tema, deben tener un grado de alucinación bastante más desarrollado que el de un ciudadano común. Me contaba un amigo que fue retenido varias horas por un caso de homonimia y debió relatar todos los viajes que había realizado fuera de su país en los últimos quince años. Imagino que si soy sometido a la misma tortura puedo terminar loco pues me resulta poco menos que imposible recordar cuándo fue exactamente cada viaje que he realizado. ¿Qué harán con esos informes? Los utilizarán para descubrir los arcanos de la conducta humana o los imprimirán para luego limpiarse donde no les da el sol y soltar, durante la ceremonia, una sonora carcajada en homenaje al estúpido que perdió vuelos y conexiones por no llamarse como a los gringos les hubiese gustado que se llamara.

El periodista holandés Alberto Stegeman, hombre muy conocido en la televisión de su país, ha logrado generar una ola de preocupación e indignación en Estados Unidos. ¿Estarán indignados con quien les revela la inutilidad de sus precauciones o indignados con la realidad que no se somete a los deseos conjuntos y poderosos del Departamento de Estado, el Pentágono, la CIA, el FBI y otra decena de instituciones destinadas a hacer que el buen ciudadano estadounidense duerma tranquilo? En un país con un ego equivalente a su paranoia debe molestar mucho que la realidad no se someta a sus designios. ¿Qué puede pensarse de una nación que auxilia a otra, Haití en este caso, llevando soldados armados hasta los dientes –además de misiles y otras linduras–, a las cuales los terremotos suelen ser indiferentes y que, además, resultan tan insultantes como inútiles para los damnificados Según Stegman: “Sigue siendo muy fácil introducir una bomba en un avión”, y eso nos hace preguntarnos, ya que no abundan los secuestros, si realmente esta inmensa paranoia está justificada.

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