Sur anodino

Publicado por: Magenta Sport On 10:49
Por Roberto Castro

Mientras los equipos del norte dan la hora en el Descentralizado, Cienciano y Melgar comparten dolores de cabeza.

TREN AL NORTE.
Un problema estructural del desarrollo del país tiene que ver con el desequilibrio económico entre la costa norte y la sierra sur. En el fútbol, curiosamente, ese fenómeno no solo no había encontrado correlato, sino que en los últimos 20 años se había manifestado a la inversa: eran los grandes equipos del sur, con Melgar y Cienciano a la cabeza, los que aparecían como primeras fuerzas del interior, en detrimento de los del norte, cuyos referentes históricos -Grau, Aurich, Mannucci- deambulaban entre luchas por el descenso o sus ligas regionales en la Copa Perú. Hoy, en cambio, el crecimiento económico ha sido tal que ya no pasa desapercibido para el fútbol, y por ello, al haber dinero en el norte, es allí donde están los planteles más fuertes.

MUY JUVENAL Y NADA JUVENIL.
Del presidente de Cienciano en términos duros se ha dicho casi todo. Sucede que su gamonal modelo de gestión, en medio de esta modernización que incluye la llegada de capitales al fútbol, queda caduco, y de allí que hoy en Cienciano el fusible cambia-técnicos, que antes siempre le resultaba para hallar culpables y quedar inmune, ahora no le funcione más. Sí, puede que con Salas, Hidalgo e Ibarra el equipo mejore; pero ello solo significa buscar en el campo -a un mayor costo- los paliativos que en el banco ya no se hallan. Pero, ojo, Juvenal no es el principal problema, sino los que él llama "los ciencianos de corazón": todos quienes, en el entorno del Colegio de Ciencias, no buscan una solución fresca, de modificación estautaria, para que el modelo de gestión del 'Papá' cambie. El Cusco es, sin duda alguna, la ciudad más globalizada del Perú: ¿por qué su gente deja que su fútbol se siga manejando de manera tan arcaica en comparación con el resto de la ciudad?

CONTRAEFECTO DOMINÓ.
Una vez que puso fin a la oscura era Corrales, Melgar supuestamente debía caminar hacia ese proceso de despersonalización y modernización dirigencial que se reclama para Cienciano en el acápite anterior. Aníbal Calle, en general, ha respaldado a sus comandos técnicos; pero no ha logrado que esos comandos apuntalen procesos. A Techera, que había hecho un buen trabajo, no se lo terminó respaldando en su intríngulis con Zúñiga; llegó 'Puchito' Flores, supuestamente para ya no ser un bombero sino la cabeza de un proyecto, y acabó yéndose; ahora está Carlos Manta, supuestamente personificador de una personalidad guerrera. En cualquier caso: ¿qué continuidad o coherencia hay entre la propuesta de un tipo calladito como 'Puchito' y la de un vociferante como Manta? ¿Dónde quedó la idea de promover un plantel de base arequipeña, como ocurrió en el tiempo de Techera? A Melgar le falta un patrón, pero con minúscula: una idea sostenida en el tiempo.

ESOS RAROS PEINADOS.
Édgard Ospina es un técnico que no tiene mucho más que demostrar en el fútbol peruano: su ya larga trayectoria en el país permite conocer lo mucho de lo que es capaz y también las cosas de las que no lo es. Por ejemplo, nadie le va a negar que, aun con su controvertido estilo, es trabajador; se casa con un sistema y lo perfecciona, con una oncena relativamente estable. Pero a la vez se ha notado ya que le cuesta convivir con la presión del equipo grande: le pasó en su primer año con Alianza -nunca nadie sabrá cómo habría terminado en realidad el segundo-, en su primera etapa en Cienciano y con Universitario. Y no precisamente con la presión externa, sino con la que surge de los conflictos de la interna. Le queda mucho mejor el papel de constructor de edificios con poco material, como el de Inti Gas, que el de arquitecto con planos prefabricados, como el que le exige el cuadro imperial. Ojo, no se dice que no pueda con Cienciano: solo que le cuesta más.

EL DESFASE DE MANTA.
El léxico florido y duro del técnico de Melgar puede caerles muy mal a muchos y simpático a algunos otros. El tema es que suma más, digamos, al folclor del fútbol nuestro y al morbo de buscar picarle la declaración incendiaria que a la mejora del sistema. Y eso no es lo que habría de esperar de un técnico que viene de fuera. Es cierto que muchas, muchísimas de las preguntas del periodismo peruano en rondas de prensa pospartido son mediocres; pero entrar al runrún de repetir eso como contrapregunta termina siéndolo también, o al menos se convierte en un insulso juego de niños cuando se repite semana a semana. Un tipo que tiene claro su proyecto, su idea, tiene cosas más interesantes que decir -con todo respeto- que hablar cuándo viene o no su señora de viaje. Hay que repetirlo: darse tiempo en responder una pregunta mediocre y alimentar el morbo es agregar más mediocridad. Acá lo que importa, y de lo que nadie está hablando, es a qué juega este Melgar que no es capaz de ganar; qué tiene para ofrecer más allá de las milagrosas apariciones de Rivero; por dónde pasa la propuesta táctica más allá de esperar una inspiración de Ardiles; qué tipo de complemento hacen en la zaga Pereyra con Alemán, dos backs con tendencia a subir y dejar huecos enormes atrás si están juntos. ¿Alguna respuesta que no sea mediocre?

EL BENDITO ENTORNO.
Ahora bien, hay que decir respecto de Ospina y Manta que requieren un mejor entorno para trabajar. No puede ser que el último viernes -ojo, el viernes, antes del último fin de semana-, cuando DeChalaca.com estuvo haciendo un artículo sobre el futuro de los equipos de Segunda División y preguntó sobre el futuro de un director técnico peruano actualmente desempleado, haya recibido como respuesta de excelente fuente que ese técnico "no firma aún con Bolognesi porque ha recibido propuestas de Cienciano y Melgar por si se caen sus entrenadores". ¿Quién puede trabajar tranquilo así? ¿Por qué se les entrega el equipo a técnicos si se va a pensar en sustitirlos a los cuatro partidos? Son rojos y rojinegros -que, curiosamente, se ven las caras la próxima jornada en un clásico decisivo- los que tienen que comenzar a comportarse como clubes grandes para hallar el norte que les impida seguir achicando el sur.

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