Los espacios médicos de RPP

Publicado por: Magenta Sport On 8:37

Cuando en 1980 llegué al Perú, me escandalizó escuchar programas radiales en los que los médicos diagnosticaban y recetaban vía el éter. No veían al paciente, no le pedían muchos más datos que los que este buenamente quisiera proporcionar y, generalmente, recetaban alguna medicina que, sospecho, a la larga les reportaba una ganancia. Luego, las cosas cambiaron, en gran medida gracias al doctor Élmer Huerta y otros pioneros. Huerta, querido amigo con quien trabajé muchos años, me sorprendió desde su “Vamos, mamacita linda, ¿cómo quieres que sepa lo que tienes, a la distancia?”, e insistía, a quien le consultaba por teléfono, que visitara un médico y se hiciera sus análisis. Su constancia dio frutos y, hoy, quienes le consultan en RPP les leen sus análisis, les dicen lo que les dijo su médico y, a partir de ahí, Huerta les da consejos u orientaciones que, dada la fe que despierta en quienes se comunican con él, resultan tan curativos como las propias medicinas. Los doctores que ocupan la mañana de RPP son realmente excelentes comunicadores, y si a eso le sumamos la encantadora, sabia, sagaz y, sobre todo, tierna –virtud de incalculables consecuencias terapéuticas– Lupe Maestre, podemos concluir que las mañanas de esa radio se han transformado en un espacio socialmente necesario. Los oigo en el carro, con las intermitencias propias de esta forma de escucha, y como hombre de radio que soy, a veces intervengo imaginariamente en sus conversaciones.

Quería hacer este reconocimiento a un espacio sensato y útil de un medio de comunicación antes de insertar una sugerencia que va dirigida a todos y que todos, sin duda, lo saben mejor que yo, pero generalmente no lo dicen o, por lo menos, no lo dicen con la insistencia que hacen otras recomendaciones. Me refiero a un bien raro en esta sociedad de apuros y objetivos por cumplir: la paz interior.

Creo, queridos doctores, que uno puede hacer media hora de gimnasia cada día, comer menos carnes rojas y más verdura, todo en pequeñas porciones, por supuesto, y no fumar y no beber más de lo estrictamente necesario. Pero, si uno vive en un ambiente emocionalmente tóxico, lo más probable es que esas precauciones sean inútiles. ¿Qué es un ambiente emocionalmente tóxico? Pues, un ambiente en el cual priman las discordias, las agresiones, la competencia o bien una situación de vida en la que uno se ha planteado objetivos que terminan por esclavizarlo. Como profesor de algunas maestrías, he visto personas agotadas corriendo tras un nuevo diploma. He escuchado los lamentos por su situación familiar y he sabido de divorcios y peleas. Lo mismo he observado en empresas donde algún desequilibrado con el cargo de gerente hace la vida a cuadritos a sus subordinados, y estos multiplican sus males físicos sin explicarse el porqué.

Un ambiente sano no es solo un ambiente sin humo: un ambiente sano es aquel donde priman la empatía y el afecto. Y sobre ellos y los abrazos que nos debemos los seres humanos también es necesario insistir en resguardo de la salud pública.

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