Dos perfectos desconocidos

Publicado por: Magenta Sport On 8:58
Por Miguel Villegas

Digámoslo así: Guardiola y Wenger son los profetas mayores del fútbol europeo. Verlos dirigir, la verdad, es asumir una religión: uno cree ciegamente en que alguna vez todos los equipos del mundo podrán incluir precisión e inteligencia, velocidad y talento, fantasía y verticalidad en 90 minutos de fútbol. Y ya no habrá necesidad del Play Station. Pero son distintos, no crea. Estas son cuatro arbitrarias diferencias sobre estos dos preclaros estrategas. [Se recomienda leer este texto con el último DVD del Arsenal-Barcelona. Original, “porfa”]

Uno fue Pep, el divo; el otro casi un anónimo. A Pep Guardiola le tocó ser el capitán del mejor Barcelona de los últimos 20 años —contra, por “siaca”—, el Barza dirigido por Cruyff (y también por Bakero, Romario, Stoichkov) cuando apenas tenía 20 años. Allí descubrió que era un adelantado de su época —digamos que un falso lento— e incorporó a su genética la ambición catalana por el fútbol bien jugado, que siempre será el fútbol con mayores opciones para ganar. El tío Arsene, en cambio, era un estudiante de economía recontraempeñoso que en sus ratos libres decía ser líbero del RC Estrasburgo francés. Era grandote (1,93 m), pero nunca dio la talla.

Arsene es un aristócrata, Pep un revolucionario. Digo bien, el técnico francés del Arsenal es un hombre de 61 años que toma el té y ya no se preo- cupa si el Arsenal pierde títulos. Guardiola es una aplanadora. En su primer año como entrenador del Barcelona levantó la Copa del Rey, el título de liga, la Liga de Campeones, la Supercopa de España, la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes. Casi nada. Ese 2009 Guardiola se convirtió en el único entrenador de la historia en conseguir los 6 títulos oficiales en un mismo año. Wenger, en cambio, no gana absolutamente nada desde hace seis temporadas. Igual estudia fisiología, prohíbe comidas chatarras, estudia con los chicos de la cantera, los convierte en mejores hombres. “Arsenal es el equipo más elegante del mundo”, ha escrito Juan Pablo Varsky en su columna de “La Nación”. Barcelona es el equipo más ganador de los últimos cinco años. Nunca dos hombres fueron tan distintos y tan políticamente correctos.

Pep Guardiola tiene la facilidad exagerada de gastar 10 millones de dólares extras, teniendo a Messi y Henry, solo por el placer de vestir con la blaugrana a Ibrahimovic, el “9” más caro de Europa. Y no es una crítica; al contrario: es un fabuloso don que el español sabe aprovechar. Otros invierten el triple y su goleador nunca anota. En la otra vereda, Arsene Wenger es el hombre que con más de 60 años no ha perdido la inocencia del boy scout: siempre estás listo para ir de campamento, de cacería. En 1987 descubrió en Nancy a un crack de 17 años con mayúsculas, George Weah. Luego hizo estrellas de jugadores a punto de estrellarse: Pires, Adebayor, Gilberto Silva, Kanu, Ljunberg, Wiltord, Vieira. Finalmente aprovechó la noche y se robó a un casi adolescente Cesc Fábregas, un barcelonista de la cantera que hoy es el director de la escuela de Arsene.

Yo nacional, tú extranjerísimo. Guardiola cree en la cantera del Barza y en el espíritu español para su cuadro. Cree en eso de que Barcelona es “más que un club”. Es más, siempre defiende que por lo menos la mitad de los titulares sean nacidos en España. A la madre patria se la respeta. Valdés, Puyol, Xavi, Iniesta, Piqué y ahora Pedro avalan esa tesis. Wenger, desde su elegancia, siempre ha decidido por el pasaporte extranjero. Más de un crítico, tras algún triunfo del Arsenal, ha dicho: “Es un club inglés, pero no es un éxito inglés”. El reino británico (no) se lo agradece. Usted se preguntará, ¿Acaso el Barcelona no tiene a Messi, Henry y Zlatan, tres hombres con raíces bien distintas a la catalana? Pues sí. Y he aquí el enorme legado de Guardiola, acaso el mejor entrenador del mundo: quiere que los chicos de las inferiores lleguen a la luna, pero eso no quita que si puede bajar con un extraterrestre no lo convenza, y lo traiga.

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