Estamos todos locos

Publicado por: Magenta Sport On 14:49

Cuando alguien me pide una opinión sobre lo que está ocurriendo en nuestro planeta, yo suelo repetir una definición que, no por simple, deja de reflejar lo que realmente pienso y siento: “Estamos todos locos”. Lo creo, lo creo firmemente, y lo confirmo cada vez que tengo la oportunidad de internarme en algún tema o en algún sitio que antes desconocía. Todo se parece, más de lo que debiera, a una enorme conspiración contra la vida. A una suerte de pacto tácito para confirmar que la especie humana ya ha excedido el tiempo que le fue otorgado para ufanarse de que gobernaba la Tierra. De nuestras potencialidades –que son muchas y variadas– hemos optado por las más destructivas. De nuestras emociones hemos dejado crecer desmesuradamente la codicia en detrimento de la compasión y la solidaridad. No es que la mayoría de los seres humanos se incline por la destrucción: simplemente hemos estructurado un sistema que nos ha superado y que nos lleva a ella, y del que nada indica que podamos librarnos. Somos prisioneros de nuestras propias creaciones y, salvo un siempre posible cambio inesperado, seremos las víctimas de nuestra irrefrenable imaginación. Los ejemplos llenarían una biblioteca.

No hay campo, incluido el de las investigaciones científicas, que no termine orientado hacia el polo negativo en la brújula de la supervivencia. Me hablarán de nuevas medicinas y lo celebraré, pero luego me dirán cuántos se beneficiarán con las mismas y terminaré avergonzado. Me hablarán de nuevas armas para mantener la paz y reiré hasta que las lágrimas se transformen en gemidos y logren ahogarme. Me hablarán de los fabulosos avances en los medios de comunicación, y la imagen de un hombre cada vez más aislado, neurótico y solo ensombrecerá el asombro. Me hablarán del ecumenismo religioso y callaré porque aún respeto a los que disfrutan haciendo humor y contando cuentos.

Me hablarán de democracia y libertad y no podré evitar que mi cerebro imagine los símbolos que la representan y, menos aún, podré evitar una enorme sensación de vergüenza y derrota al sentir que la institucionalización de la mentira ha penetrado y corrompido lo más profundo de nuestro propio imaginario. Me hablarán de justicia social y, entonces, invitaré a quien lo haya mencionado a salir a la calle para echar una mirada, con los ojos de esa justicia, al entorno que le rodea. Me hablarán de los esfuerzos por preservar el medio ambiente y allí, también, mi carcajada terminará en lágrimas que me harán arder los ojos. Me hablarán de libertad de prensa y solo podré mencionar las poquísimas excepciones que la confirman como un bien en vías de extinción o como un vil negocio en vías de expansión.

Repito: Estamos todos locos, incluido quien escribe pensando que diciendo y escribiendo aportará un gramo de cordura a una especie que parece haber decidido, en algún lugar impreciso de su asombroso cerebro, acabar con esta aventura de un pensamiento que se pregunta sobre el origen, el sentido y el destino de la vida.

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