Entre la pedofília y las píldoras

Publicado por: Magenta Sport On 11:09

El papa Benedicto está preocupado por el impacto que está teniendo sobre la Iglesia el tema de los curas pedófilos. Hay distintas versiones y cada cual adhiere a la que más conviene a sus convicciones. La objetividad navega solitaria sin que nadie le preste atención. Mi impresión –totalmente subjetiva– es que pareciera importar más el prestigio de la institución, con sede central en el Vaticano, que el daño padecido por las víctimas. No dudo de que la vergüenza es auténtica: lo que no queda claro es si en el momento de los hechos se procedió correctamente o si la necesidad de salvaguardar la imagen primó sobre los principios morales. En ese caso, y usando un lenguaje religioso al que no soy afecto, estarían cometiendo un grave pecado.

Desde la emisora RPP, el cardenal Cipriani criticó al New York Times y dijo algo así como que todos sabemos los intereses que están detrás de las denuncias del diario neoyorquino. Yo solo sé que detrás de todo gran diario hay una gran fortuna, y que esa fortuna, para seguir siendo tal, debe mantener lazos íntimos con quienes representa el gran capital. Es la misma política, si no me equivoco, que representa el cardenal del Opus Dei en el Perú y la Iglesia, en general, allí donde se lo permiten. Su sector progresista ha sido repetidas veces vilipendiado, tanto por Benedicto como por su antecesor, y cuesta, a los laicos, entender por qué son tan pocos los rebeldes que hacen oír su voz discordante en medio de las exuberantes contradicciones en las que incurre su institución.

Callar –en el lenguaje del ciudadano sin hábito, sin uniforme y con capacidad para pensar por sí mismo– es una forma inaceptable de complicidad. Perder esa autonomía hipoteca, de algún modo, la esencia de nuestra humanidad y desvaloriza nuestra opinión.

Que a Cipriani y a los suyos les preocupe más la píldora del día siguiente que el tema de los curas pedófilos dice mucho más de lo que uno pudiera escribir, y es un tema que cada católico practicante debiera plantearse con absoluta libertad de conciencia y sobre todo sin caer en la defensa ciega y acrítica de la institución que los engloba. Su fidelidad primera debe ser con los principios, y no con los hombres que eventualmente la dirigen.

Ocurre que la tradición autoritaria de la Iglesia Católica no contribuye a construir seres humanos autónomos, y por tanto la mayoría de sus fieles acepta sin peros de ninguna naturaleza su magisterio. Los rebeldes son callados o apartados. Y el hecho de que muchos de ellos acepten el silencio que se les impone o el ostracismo al que se les condena, indica hasta qué punto ha tenido éxito la Iglesia en doblegar la iniciativa y la reflexión individual, en beneficio de la unidad de cuerpo que ella considera esencial para seguir vigente.

Vivimos tiempos decisivos y estos requieren adaptarse a transformaciones que exceden nuestras conductas individuales. Existe una emergencia ecológica, demográfica y moral. La Iglesia debiera ser parte de la solución, y no del problema.

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